En el nombre del juego: Adicción a los tragamonedas


Publicado originalmente en decajon.com
Por Antonio Capurro

Es una de las formas de entretenimiento que más han proliferado en Lima desde la década pasada. Son unas máquinas atractivas, multicolores, de diversos tamaños y están al alcance de todos los bolsillos. Su nombre: los tragamonedas. Con algo de suerte  o persistencia puedes llevarte el doble, el triple o quien sabe cuanto en una sola noche, lo único que tienes que hacer es jalar la manija o presionar el botón y listo. ¿Quién quiere ser millonario? 

Sólo basta darse un recorrido nocturno por los distritos que ostentan el título de ser los points obligatorios para los amantes del juego en las ligas mayores: San Borja, Miraflores y San Miguel. Aquí las luces de neón no cesan de brillar desde que cae la tarde hasta que termina la madrugada invitando a un público embrujado por introducirse unas minutos, unas horas o cada día de su vida dentro de un mundo en el que se puede ganar o se puede perder una fortuna o una miseria.

Inicialmente el permiso para su instalación se restringió a los hoteles de cinco estrellas; pero luego proliferaron hasta en la bodega del chino de la esquina (a principios de mes se decomisaron 1.589 tragamonedas  ilegales de procedencia asiática). O sea que de ser un vicio selectivo llegó al dominio popular al que cualquiera puede acceder dependiendo del monto que se traiga en la billetera. Para todos hay señores.

Pero, ¿qué hace tan llamativo a los tragamonedas?, ¿es un vicio o distracción?, ¿de qué manera influye en las personas?, ¿por qué algunos llegan a límites insospechados con tal de satisfacer su necesidad del juego? Debemos recordar que las adicciones sicológicas (en las que no se usan drogas) no figuran como tales en el catálogo de trastornos de la Asociación Siquiátrica Americana (ASA) ni tampoco en el de la Organización Mundial de la Salud (OMP).

Se le llama ludopatía y es la adicción al juego. Siempre queda la sensación de repetirla por la enorme gratificación que produce. Los afanes de una sociedad de consumo en la que la tensión y el estrés del trabajo diario son el pan de cada día, nos conduce a buscar la distracción de diversas formas: la comida, las compras, el sexo, el deporte, el internet, los videojuegos, los casinos y, por supuesto, los tragamonedas. El problema se vuelve tal cuando la persona pasa de una conducta adictiva normal e incluso saludable a un estado dependiente en el que aumenta la intensidad, la cantidad de tiempo y dinero invertido; e igualmente la interferencia del juego en sus relaciones familiares, sociales, estudiantiles y laborales.

Casos existen, ellos y ellas prefieren mantener su nombre en el anonimato como el tipo de los ojos vivaces que tiene las manos húmedas y temblorosas. A ratos seca el sudor de su frente con un pañuelo, nunca deja su cigarrillo, muerde sus uñas; todo esto mientras una y otra vez mete las monedas y manipula el tragamonedas. Algunas veces se queda sin un centavo o sin un dólar en sus pantalones; sin embargo el placer del juego es lo único que le importa y casi para lo único que vive.

Y pues el entretenimiento tiene un precio que puede llegar hasta la ruina personal y económica. Ninguno de los apostadores piensan que su  creación está diseñada para que pierdan, sigan jugando y vuelvan a perder, cada noche realizando una interminable y repetitiva ronda. Ambición, esperanza, fortuna, sueños, en este oasis de aparente riqueza y opulencia lo único real es la ilusión de sus adictos; un redituable negocio que se vale de las debilidades a las que somos propensos cada uno de los seres humanos.

Algunos especialistas afirman que es una tendencia aprendida del círculo  familiar o social. Por lo general son tipos aislados e introvertidos que buscan una salida a sus problemas. Al principio piensan que pueden dominar la situación, pero poco a poco van siendo engullidos por una obsesión que los hace actuar de forma compulsiva. Les dicen mentiras a los demás para no ser descubiertos y quieren jugar sin que nadie los moleste.

De igual modo que en el caso de las drogas, reconocerse como adicto es el primer nivel para iniciar un tratamiento. Pero, como en otras adicciones, aquí no se puede hablar de lograr una cura total, porque siempre se está en riesgo de caer nuevamente. Depende de la persona y su entorno para superar el problema.

Sin embargo si lo tuyo no es para nada una dependencia sigue cruzando los dedos y aguarda un instante quizá el azar esté contigo.

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